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Notas de un martes por la noche

                                
Creo que los y las grandes poetas latinoamericanos del siglo XX que quedan con vida ya se pueden contar con los dedos de las manos. Por eso, que en una semana se mueran dos grandes, Nicanor y Claribel, provoca escalofríos, como un luto que se duplica, la perspectiva de un tiempo que se pierde en el horizonte y se aleja, dejando una sensación que es parecida a la del abandono.
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Nota: No hay libertad que no venga acompañada de un primer gran instante de pánico.

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Abrí la carpeta de mi computadora que dice poemarios y tuve que enfrentarme a la sensación de no decidir qué hacer con ellos. De pronto miré al lado, hacia mi imaginaria lista de proyectos que a estas alturas es más larga que la del supermercado. Ojalá organizar la vida fuera tan fácil como organizar los archivos en una carpeta de la computadora.

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Uber es la versión fresa de “el vecino de la colonia que hace viajes”. El de mi colonia se llamaba Carlos, o Don Carlitos, como le decíamos de cariño. Si le avisabas con tiempo él estaba ahí, al pie de cañón. El anónimo Don Carlitos de Uber nunca será como ese Don Carlitos que te podías cruzar en la tienda.   

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El poeta debe ser valiente. Sí, claro, debe tener inspiración, ser buen lector, algunos referentes y por supuesto que talento. Pero sobre todo, y esto lo digo como lo más indispensable, debe ser valiente.

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Posibles proyectos literarios:
Un libro de poemas donde los últimos versos los escriba el lector.
Un libro de poemas escrito por encargo.
Un poema con tantos versos como número de jugadas en una partida de ajedrez.
Un libro de poemas con frases de académicos cortadas en verso: Milton Santos, Foucault, Bourdieu, Silvia Federeci, Doreen Massey, etc.
Un libro de poemas que puedan ser transformados en cumbias.
Un libro de cuentos donde todos los cuentos sean el mismo cuento pero con final distinto.

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Estoy seguro que Manuel había leído a Joyce. Aunque él aseguraba que odiaba la literatura, que prefería la historia pura y directa. El resto de personas estaría de acuerdo en que definitivamente Manuel no había leído a Joyce. Yo lo sospeché cuando en un bar de San Salvador se levantó y dijo: “No hay soledad mientras haya cerveza”, afirmación que acompañó durante un dialogo de media hora que la justificaba, hasta que cambiamos de tema al partido del domingo. A mí no me engaña, Manuel seguro leyó a Joyce.

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Abro el sitio de promociones de vuelos, con la esperanza de encontrar un pasaje de avión que pueda pagar y así conocer Praga: nada.

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Tengo que decir que soy marxista, pero un mal marxista; leo muy poco: no tengo tiempo para formarme ideológicamente. Mi cultura política es más bien empírica que abstracta.  

Rodolfo Walsh, Cuba, 1965. 

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La figura del nómada ha sido revalorizada como símbolo de posmodernidad. La idea de un movimiento compulsivo y desterritorializado se encuentra hasta en los catálogos de paquetes turísticos y de reuniones del mundo empresarial. ¿Pero es este un movimiento por el movimiento o más bien una búsqueda por una fijeza no permanente? Esta segunda me parece más adaptada a la realidad y menos idealizada. En el nomadismo, la fijeza existe, pero no es prolongada.

No obstante, el nómada es una figura marginal dentro del mundo contemporáneo, mayor peso tiene, por ejemplo, la movilidad del migrante. La figura del migrante ha puesto en discusión todo lo que entendemos por ciudadano, por “Demos” de un Estado nación y a las fronteras mismas. El migrante accede a una cultura a la que se adapta pero sobre la cual también incide y por ende transforma. En los países pobres, cuando la migración hacia afuera es masiva, esta también incide en el lugar de origen. Pero a diferencia del nómada, el movimiento del migrante lejos de ser premiado es castigado en la posmodernidad. La diferencia entonces nuevamente recae en la fijación, en el “permanecer”, más que en el movimiento. Moverse está bien, pero si ese movimiento tiene como fin quedarse, entonces será castigado. 

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Hoy es un día azul de primavera, creo que moriré de poesía, de esa famosa joven melancólica no recuerdo ni el nombre que tenía. Sólo sé que pasó por este mundo como una paloma fugitiva: La olvidé sin quererlo, lentamente, como todas las cosas de la vida.

Nicanor Parra


Comentarios

  1. Es bueno, muy bueno, sigue escribiendo.

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  2. "Creo que los y las grandes poetas latinoamericanos del siglo XX que quedan con vida ya se pueden contar con los dedos de las manos". Cuánta ignorancia se trasluce en esas líneas. Es fácil lanzar frases lapidarias y esencialistas como esas sin investigar bien el tema del que se escribe.

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    Respuestas
    1. Amigo, usted de metáforas e hipérboles no entiende nada, ¿verdad? Frases lapidarias y esencialistas son parte del lenguaje poético. Se habla desde el dolor de una generación que nos va dejando de a poco y la angustia de que ese vacío no sea llenado.

      En fin, es cansado tener que explicar las figuras como si esto fuera un tratado académico o una investigación, como usted plantea. Puro positivismo.

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