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La rabia y la palabra. Reseña de Ángel Sucio, de Unai Rivas.

Ángel Sucio, el primer libro del poeta vasco Unai Rivas Campo, es tanto una propuesta poética como existencial. En los 30 poemas que componen el libro, Unai nos presenta una poesía en la que apuesta por la musicalidad y por el ritmo. No sorprende pues, que en reiteradas ocasiones el autor haya musicalizado varios de sus poemas. Su obra se caracteriza por lenguaje sencillo, directo, sin trampas y artilugios. En conversaciones que tuvimos, él mismo lo ha planteado: "la poesía debe poder ser leída por cualquiera".

De alguna manera, lo que está en juego para Unai es, al mejor estilo de autores como Walsh, la eficacia del texto. El poema solo se concreta una vez que el lector hace suyo el mensaje y encuentra sus preocupaciones reflejadas. En ese sentido, el estilo de Unai recuerda a autores como Humberto Constantini, capaces de construir profundidad e intensidad en la sencillez. Uno de los principales preceptos en la poética de Unai es: “el poema debe ser capaz de sostenerse solo”.

Pero la musicalidad de Unai no solo se refiere a la combinación de las palabras, sino de las imágenes y las emociones. En algunos de sus poemas, puede dar un auténtico “cross en la boca” al lector, mostrarse "enamorado de la rabia", como en aquel que le da nombre al libro, donde encontramos con fuerza ese eco, ese "susurro de un ángel":

Señor
venga a nosotros tu fango y baja aquí
a enterrar tus muertos
Termina lo que empezaste
Raspa mis huesos
Moja tus pies con sangre.

Y sin embargo, en otro de sus poemas, Unai muestra ese lado vulnerable que hay en cada ser humano. En unos versos llenos de ternura, el autor comienza a configurar un elemento estructurante en su obra, el encuentro del “otro”.

Necesito que me digas que todavía estoy con vida
Prometo que saldré a la calle
Que al amanecer
Venceré de nuevo a los fantasmas
Pero antes
Antes
Solo quiero que me digas
Que todo va estar bien.

Ese otro u otra, toma en Unai distintas facetas. Nos habla de personas desesperadas, al límite, con esa cuerda que los sujeta a la vida a punto de romperse o quizás atrapados en una telaraña. En el poema “Los paraísos de plástico”, quizás mi favorito del libro, esto queda retratado:

“Una niña llora sangre en su nariz
Una niña se retuerce  en tus entrañas
Partida en la memoria
Agarrándote del pecho
Aplastando tu garganta contra el suelo”

Y ese otro u otra, también es aquel contra el que Unai batalla, ese sector de la clase media atrapada en el consumo, o a quienes Unai considera el enemigo que le roba ese país del que se enamoró. Ahí, el poeta, nos demuestra que la nacionalidad, como diría Roque Dalton, es una cólera llameante, y que ese país que habita, es más su país que cualquier otro:

Un día te despiertas y te cae la realidad.
Te desaparecieron un país
Te arrancaron un pibe
Tenía 28 años
Tenía.

En su famosa obra “A Puerta Cerrada”, Jean Paul Sartre arroja una frase en la que sintetiza la idea central de la misma: “el infierno son los otros”. Pero Unai propone una lógica diferente. En Ángel Sucio, los otros y las otras, son como esa cuerda que sujeta el balde para que no caiga en el pozo. Aquello que permite salir al día siguiente, aquello que permite que el mundo que está allá fuera sea menos duro y doloroso. Es en ese encuentro con quienes nos rodean que la rabia se apacigua. “Los otros” son pues, para Unai, lo único que de verdad puede salvarnos.  

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