"Dicen que dicen que vieron pasar a Farabundo Martí"
Sombrero, bigote y una camisa a cuadros. Esa es la
imagen peculiar que tenemos de “El Negro” Farabundo Martí, a la que estamos
acostumbrados, una imagen tan familiar que muchas veces nos hace olvidar lo
enigmática de su figura. Como bien señalaría Álvaro Rivera Larios en un artículo
escrito hace unos años, “creemos saber
más de Martí de lo que en realidad sabemos”.
Se sabe que no hay mucho material
escrito que dé cuenta del pensamiento político de Farabundo, mucho de lo que
sabemos, está basado en testimonios de la época. Quizás sea como señala el historiador guatemalteco, Jorge
Schlessinger, derechista, quien no tiene problemas en reconocer en su trabajo sobre
los sucesos de 1932 en El Salvador, desde una perspectiva anticomunista, que “mientras otros hablaban de marxismo en los
cafetines, Martí, enseñaba marxismo a los trabajadores”.
Sin duda un gran aporte es la biografía realizada por Jorge Arias, que
nos permite conocer el paso de Farabundo por México, donde militó junto a los
obreros, su acompañamiento de la resistencia contra Cabrera, en Guatemala (ese
en el que Asturias se inspiró para escribir “El Señor Presidente”) y del pueblo
K’che, con quienes se dice convivió y hasta aprendió parte de su lengua. Más
conocida y documentada es su participación en el ejército de Sandino, que se
puede confirmar del registro fotográfico, con quien rompería relaciones por
diferencia ideológicas, y su rol en la insurrección de 1932 que acabó en uno de
los genocidios más grandes de la América poscolonial.
Como yo lo veo, Martí es uno de
los fundadores del internacionalismo dentro del movimiento revolucionario
latinoamericano. Según el testimonio de
Miguel Mármol, las últimas palabras de Farabundo fueron "¡viva el socorro
internacional!" Militando, de esa forma, su internacionalismo hasta el último
segundo de su vida.
Pese a que no hay consenso sobre
el carácter comunista del levantamiento del 32, o si lo correcto sería hablar de
una rebelión indígena-campesina, o incluso de ambas, lo cierto es que Martí, al igual que Feliciano
Ama, han devenido en “héroes míticos” sobre la base de la tradición oral de la
zona de los Izalcos, como recopila, por ejemplo, el libro Farabundo en el cerro de los Dioses, realizado por la Universidad
de El Salvador en el marco del proyecto Sonsonate. Lo que para la academia ha
sido un problema, para la cultura popular ha sido la posibilidad de construir
leyendas alrededor de uno de sus referentes.
Diversos artistas y poetas han intentado aproximarse a estas figuras, contribuyendo
a fortalecer el mito. Uno de los poetas que más exploró ambas figuras fue Pedro
Geoffroy Rivas, perteneciente a la llamada Generación del 44, quien en las
muertes de Martí y Ama, ubica el momento “fundante” de la lucha revolucionaria
salvadoreña, por lo menos durante el siglo XX, como se observa en estos dos
fragmentos.
Del árbol del que cuelgas, tu fruto
permanente
Día a día fecunda la tierra que tu mano
Cultivó sin descanso, porque el maíz,
hermano
De tu sueño, multiplicó en el sueño la
simiente.
(Fragmento del poema
Feliciano Ama)
No teníamos nada y ahora tenemos mucho.
Tenemos
a Martí y al indio Ama.
Tenemos
un 23 de enero
Y
tenemos Izalco y tenemos Juayúa
Y
tenemos también a quien amar y a quien odiar
Y para
qué vivir y un tremendo por qué para morir.
(Fragmento
del poema Para Cantar Mañana)
Por su parte, Osvaldo Escobar
Velado recuerda en sus versos a Luna y Zapata, dirigentes comunistas fusilados
junto a Farabundo. Mantener vivo el espíritu y la memoria de Martí son la
bandera para alcanzar ese mundo donde se habrá de superar la injusticia. Acá, el autor de “Patria Exacta”, invita a
tomar conciencia de la continuidad de la lucha, la figura de Farabundo representaría
ese vínculo, ese punto de encuentro entre la generación de revolucionarios del
32 y los nacidos en los años posteriores, entre ellos, los poetas de la
Generación Comprometida.
¿Verdad, Luna y Zapata?…
¿No es cierto Farabundo?
La injusticia camina sin cesar y sabe
a quién ha de golpear eternamente…
(…)
Todo será distinto…hasta el amor más puro.
La vida irá corriendo sobre las sementeras
sin pensar en la guerra, ni en su fruto
maduro
ni en las rotas banderas.
Load conmigo…
Cantad conmigo…
Hermanos ¡Farabundo vive!…
(Fragmentos del poema Moriré… morirá)
Tirso Canales, en mi opinión,
construye como nadie la figura de Farabundo como héroe mítico, legendario, algo muy propio de la tradición oral del “mito del héroe” que aparece en la oralitura de distintos
pueblos a lo largo del mundo.
Lo
vieron las estrellas
caminaba
su vida legendaria
En
la patria gemía
con
gemidos de sangre la miseria
y
abanderó al partido Comunista del Pueblo
así surgió
en la Tierra Cuscatleca
la
más anticipada de todas las auroras
(Fragmento del poema Hablando de Farabundo)
Atrás, no se podía quedar, por
supuesto, Roque Dalton. La figura de Farabundo y otros revolucionarios aparecen
constantemente en la obra de Roque, tanto en su poesía como en sus ensayos. En
La Ventana en el Rostro, Roque nos recuerda que cien años antes, también estuvo
el levantamiento de Anastasio Aquino. Acá, Farabundo y Ama aparecen como “los
padres de la patria futura” y dos momentos históricos, separados por 100 años
cada uno, son colocados como continuidad en la lucha por una refundación de la
patria, con los oprimidos al frente.
En el año de 1832, exactamente un siglo
antes de la dolorosa epopeya de Feliciano Ama y Farabundo Martí, padres de la
patria futura, Anastasio Aquino se rebeló al frente de la comunidad indígena de
San Pedro Nonualco, contra el sistema opresor de los blancos y ladinos ricos
que comerciaban, como ahora comercian, con el hambre y el dolor del indio.
(Fragmento inicial del poemario Cantos
a Anastasio Aquino)
Sin duda la obra poética más completa
dedicada a Farabundo Martí es la escrita por Roberto Cea, en su libro “Los
herederos de Farabundo”, ganador del premio latinoamericano “Ruben Darío”, en
Nicaragua, en 1981. Utilizando una semántica popular, marcado por el hecho de
haber nacido en Izalco unos años después de la masacre, Cea construye una
auténtica “biografía” de Farabundo y nos acerca a un lado más íntimo y personal
de este, valiéndose también de algunos testimonios, como el de Miguel Mármol.
Es que el Negro Farabundo
era un chero bien cabal, a toda madre
auténtico en sí mismo, coherente,
murió gritando un “VIVA EL SOCO...”
lo demás lo apagó la metralla...
Comía semita, tortillas y cuajada
con frijoles fritos
tomaba café de maíz con canela
y sus motivaciones eran eminentemente
políticas
expresaban un difundido estado de ánimo:
liberar definitivamente al pueblo.
La imagen del Volcán de Izalco
haciendo erupción, que coincide con el levantamiento, es también la imagen de
Farabundo, de su carácter.
Es que el Negro Martí era zamarro,
bravo de verdad como un río de violentas
aguas
que se tornaba más impetuoso
cuantas más tormentas de dificultades
calan sobre nuestra tierra y nuestra vida;
era una especie de volcán.
(Fragmento del libro Los Herederos de Farabundo).
Otros autores le mencionan, a
veces de forma indirecta, como Claribel Alegría en Cenizas de Izalco o Eduardo
Badía Serra en “La mujer durmiente”. Una conclusión importante es que los
poetas de la generación del 44 y de la generación comprometida contribuyeron a
despertar el interés de los revolucionarios de la década de los 60 y 70 en la
figura de Farabundo. Un personaje escurridizo para la academia y convertida en
mito popular, en ese lugar donde habitan los héroes.
Bonus
La música también ha tenido sus
representaciones. Comparto la canción “Farabundo” de Adrián Gozuieta y
“Feliciano Ama” de Cutumay Camones.
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