Sabemos que los
monumentos, los murales, las esculturas, son capaces de dejar marcas en el
territorio, representar la grandeza, según quien la narre, pero también la
posibilidad de representar el dolor. Siempre me parecerá increíble esa posibilidad de representar de forma estética el dolor. Los
escultores, los graffiteros, los muralistas, intervienen el espacio público y
lo politizan, llevando la subjetividad y las discusiones privadas al terreno de
lo público. ¿Qué pasa con la poesía? ¿pueden lograr esto los poetas? ¿puede la
palabra construir y transformar territorio?
Raúl Zurita,
poeta chileno, quizás sea el indicado para dar respuesta a esta cuestión.
Zurita nació en Santiago de Chile en el año de 1950. Fue miembro del partido
comunista, lo que lo llevó a ser detenido después del Golpe del Estado del 73,
donde fue encerrado en el barco Maipo. Ahí, sería torturado junto a un centenar
de personas. Este hecho cambiaría para siempre la vida de Zurita.
En una visita
reciente que hizo a Buenos Aires, en 2017, para presentar la antología titulada, Qué es el Paraíso, selección de Rafael Rubio, el poeta dio una
serie de entrevistas a algunos medios en donde afirmaba que él no se propuso escribir sobre la dictadura,
pero que no se podía escribir de otra cosa.
Sus
intervenciones del espacio público comenzaron en los años 70 cuando fue parte
del CADA (Colectivo de Acciones de Arte), un movimiento artístico de vanguardia
y urbano que utilizó la acción directa como manera de transformar lo cotidiano
y desafiar la institucionalización del arte. Con una impronta muy parecida al
de Tucumán Arde, en Argentina. Más adelante, Zurita escribiría, literalmente,
sobre el paisaje. Cuando en los cielos de New York, traza 15 versos mediante 5
aviones. Luego, en 1993, apoyado mediante retroexcavadoras escribió sobre el
desierto de Atacama el verso “Ni pena, ni miedo”. La escritura en el cielo,
dice Rafael Rubio, fue una escritura literalmente fugaz, que sólo pudo
conservarse a través de fotografías. La segunda, en cambio, es una escritura
permanente, pero para cuya lectura es necesario abandonar la tierra. Zurita nos
propone un nuevo lenguaje, y con él, una nueva forma de leer.
Los paisajes de
Zurita son los de la alucinación de quien vive el encierro. La intervención,
también abarca la experiencia corpórea, es en su cuerpo, primer territorio,
donde las marcas de la violencia del Estado se materializan, mediadas por la
psicosis epiléptica de la cual el autor sufrió en reiteradas ocasiones. En el
poemario purgatorio, narra el momento en que rompe su cara frente a un espejo,
y escribe:
XXII
Destrocé mi cara
tremenda
frente al espejo
te amo- me dije –
te amo
Te amo más que
nada en el mundo
XXXIII
Les aseguro que no
estoy enfermo créanme
ni me suceden a
menudo estas cosas
pero pasó que
estaba en un baño
cuando vi algo como
un ángel
“Cómo estás,
perro”, le oí decirme
bueno – eso sería
todo
Pero ahora los
malditos recuerdos
ya no me dejan ni
dormir por las noches
La poesía de
Zurita configura la realidad sociohistórica del territorio chileno. Antes,
durante y después del terrorismo de Estado, en un país en el que, como señala
el mismo autor, es necesario aprender a hablar de nuevo. Así, en su poesía
Chile no es un país, Chile son los desaparecidos, es la violencia, son los
amores perdidos, los recuerdos de infancia, el dolor, los desiertos, la
cordillera y el océano, es la posibilidad de un futuro. Nada de eso es neutro,
porque el paisaje es político. Por ejemplo, ¿alguien podría negar que el Río de
la Plata es un río profundamente político? En su obra Purgatorio, destacan los
poemas escritos al desierto de Atacama.
El Desierto de Atacama VI
No sueñen las áridas llanuras
Nadie ha podido ver nunca
Esas pampas quiméricas
i.
Los paisajes son convergentes y divergentes en el Desierto de
Atacama
ii.
Sobre los paisajes convergentes y divergentes Chile
es
convergente y divergente en el Desierto de Atacama
iii.
Por eso lo que está allá nunca estuvo allá y si ese
siguiese
donde está verla darse vuelta su propia vida
hasta
ser las quiméricas llanuras desérticas
iluminadas esfumándose como ellos.
iv.
Y cuando vengan a desplegarse los paisajes
convergentes
y divergentes del Desierto de Atacama
Chile
entero habrá sido el más allá de la vida
porque
a
cambio de Atacama ya se están extendiendo como
un
sueño los desiertos de nuestra propia quimera
allá
en estos llanos del demonio.
La poesía es
anterior al lenguaje, dijo Zurita. Ni la poesía es solo para los poetas, ni el
cine solo para los cineastas, ni la escultura solo para los escultores, la verdadera poesía está en la combinación,
aseguró. Su apuesta es, en mi opinión, una profunda apuesta por lo humano.
¿Puede entonces la palabra construir territorio? Sí, puede. Puede moldearlo,
puede intervenirlo y también puede imaginarlo. Pero sobre todo, puede llenarlo
de contenidos, de preguntas, de política. Como bien dijo el mismo Zurita en su
paso por Buenos Aires. Si la poesía muere,
que muera con grandeza.
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